El estrés, cuando llega a niveles que sobrepasan el
límite de aguante del paciente, casi siempre se expresa a través del lenguaje
corporal. Los síntomas físicos aparecen en forma de molestias que asustan al
paciente y le hacen creer que padece una enfermedad orgánica grave. De hecho,
el estrés afecta sobre todo a nuestro cerebro, pero también a nuestro
intestino, nuestro corazón, nuestras arterias y a casi todo nuestro organismo.
Que el aviso lo dé el corazón, el intestino o el cerebro depende de la
vulnerabilidad de cada uno, y esa predisposición la determinan nuestra propia
genética y nuestros hábitos de vida, como fumar, beber, la manera de
alimentarnos y el ejercicio físico entre otros.
La función del médico es detectar si una situación
exige una intervención urgente sobre el paciente y velar por su seguridad. Si
se llega a la conclusión de que todas las molestias tiene un origen psicológico,
que son psicosomáticas, disponemos de un poco más de tiempo para hablar y
decidir lo que es mejor para él.
En la mayoría de casos, especialmente cuando
los síntomas no son intensos y el paciente no se encuentra desbordado, lo más recomendable
es prescindir de la medicación.
A muchas personas angustiadas les bastará con
una herramienta de primeros auxilios, sencilla, barata y sin efectos
secundarios: la información (y un manual de instrucciones como este libro).
Saber lo que le está ocurriendo a nuestro organismo cuando nos estresamos
mediante una explicación simple y concisa servirá para aliviar la tensión y
buscar soluciones que, en muchos casos, no precisarán de la intervención de
ningún especialista.
En otros casos resultará imprescindible que un
profesional hable con el paciente. Ese encuentro puede convertirse en el marco
para expresar sus inquietudes y el punto de partida para iniciar una relación
terapéutica que le oriente sobre la mejor manera de solucionar sus molestias y
evitar que se agraven. La diferencia entre un tipo y otro de pacientes depende
de la gravedad de cada situación.
Cuando los síntomas son más incapacitantes e
interfieren penosamente en nuestro ritmo de vida causando un profundo malestar,
ha de ser un experto en ansiedad y estrés quien dirija el tratamiento. En ese
caso aconsejamos al paciente que se dirija a un centro especializado donde
puedan asesorarlo y tratar su problema.
Funciones del médico
ante un problema de estrés.
·
Evaluar la gravedad del
paciente y decidir en qué caso debe o no medicarse.
·
Elegir el tratamiento
farmacológico en caso de ser necesario.
· Descartar una dolencia
física como responsable de las molestias, solicitando las exploraciones que
considere oportunas.
· Evaluar las repercusiones
que el estrés pueda causar sobre la salud general del paciente (corazón,
aparato digestivo, sistema inmunitario) y prevenir riesgos.
· Recomendar la visita a un
especialista en psiquiatría o un centro de psicología especializado en ansiedad
y estrés.
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