viernes, 13 de abril de 2012

IMPACTO DEL DIVORCIO EN LOS NIÑOS

Pablo es un niño de 7 años que está cursando 2º de primaria. Su profesora ha llamado a sus padres para reunirse, ya que Pablo lleva 1 mes muy agresivo con sus compañeros de clase, no hace caso a la profesora, se levanta de la silla cuando no toca, y las monitoras del comedor indican que ya no se acaba la comida como antes. Los padres de Pablo informan a la profesora que hace unas semanas le dijeron a su hijo que van a separarse.
Cuando un matrimonio decide separarse, sea de mutuo acuerdo, sea por decisión de uno de los miembros, ambos padres suelen preocuparse por como afectará ese paso en la vida de sus hijos, ya que el divorcio frecuentemente produce un alto impacto emocional en los niños. Atenuar dicho impacto para que sus consecuencias no supongan dificultades en su desarrollo psicológico, así como, alcanzar una reorganización familiar, es crucial para los niños. Aún así, es importante remarcar que el divorcio en sí no puede considerarse como una causa inequívoca de problemas psicológicos, sino como un factor de riesgo que hace más vulnerable al niño. Según los estudios, en comparación con niños de familias en las que no ha habido un divorcio, los hijos de padres divorciados tienen más probabilidades de experimentar:
  • Problemas de conducta.
  • Síntomas de tristeza y angustia.
  • Bajo rendimiento académico.
  • Mayores dificultades sociales.
  • Baja Autoestima.
¿Cuáles son las reacciones y los sentimientos más comunes en los niños tras la separación?
La gravedad y la intensidad de las secuelas en los niños de padres separados dependen de diferentes factores: edad, explicaciones recibidas, continuidad de la relación con ambos progenitores, acuerdos o desacuerdos entre los padres, grado de hostilidad entre los mismos, intervención de otros adultos o sistemas, etc. pero se han identificado reacciones y sentimientos comunes en la mayoría de los casos, además de los mencionados, y se identifican diferencias también en función de la edad del niño:
Entre los 3 y 5 años: Es común que los niños pequeños esperen la reconciliación durante varios años, y también crean ser responsables del divorcio. Los síntomas más frecuentes que pueden aparecer son: conductas regresivas (orinarse en la cama, succionar el pulgar, hablar como un bebé, etc.), miedo a que los padres dejen de quererle, miedo a no ver más al padre que se va de casa, irritabilidad que manifiesta pegando o rompiendo juguetes, y utilizar la fantasía para negar lo que está sucediendo.
A partir de los 6 años: No relacionan en un principio la conducta de sus padres con la disolución de la familia, están confundidos, y aparecen emociones de soledad y tristeza, pero también de ira o rabia. Los síntomas más frecuentes que se identifican: Idealizar al padre ausente y agredir al que convive con ellos, acusar a los padres de egoísmo por no conservar la unión de la familia, sentimientos de traición, problemas de conducta más graves tanto en casa como en el colegio (mentiras, robos, agresiones, etc.), dificultades para concentrarse tanto en el juego como en las tareas escolares, somatizaciones (vómitos, dolores de cabeza o de estómago), negación del problema, y conductas de manipulación con los padres para conseguir lo que quieren.
 Adolescentes: son totalmente conscientes del significado de la separación, lo que les puede suponer más intensidad en síntomas como el miedo, la soledad, la depresión, o la culpabilidad, y pueden incluso dudar sobre su capacidad para mantener en el futuro una relación de pareja.
Factores de riesgo para los hijos en el divorcio:
Es difícil identificar si todas las secuelas descritas son fruto del propio divorcio o una serie de factores que acompañan frecuentemente a la separación de las parejas, entre los que destacan: pérdida de poder adquisitivo, cambio de residencia, escuela y amigos, convivencia forzada con uno de los padres o con miembros de la familia de alguno de ellos, nuevas parejas de los padres, convivir con un padre deprimido u hostil (si el adulto no acepta la separación), y la hostilidad entre los padres que en ocasiones se traslada también al niño.
Pautas para los padres:
Se recomienda que los padres apoyen a los niños y les expresen mucho cariño, física y verbalmente, asegurándoles que verán regularmente al padre que no convive con ellos, aclarándoles que no son responsables del divorcio (ni de la reconciliación), y sobre todo, escuchándoles y permitiendo la expresión de ira o tristeza. En este proceso es de suma importancia no hablar mal del otro padre en presencia de los niños, ya que estos reciben la crítica hacia su propia persona, ni usar al niño en las negociaciones con la expareja como mensajero, espía o rehén, ni involucrarlos en las peleas, y  explicar los arreglos de vivienda, de visitas, etc. para que el niño conozca todo lo que cambiará a partir de ahora. Así mismo, para facilitar el desarrollo saludable de los hijos, los padres deben mantener entre sí un diálogo regular, que les permita compartir los progresos del niño y tomar conjuntamente las decisiones importantes de la vida de sus hijos.
Tanto si el nivel de impacto emocional en el niño es intenso, como cuando el nivel de hostilidad entre los padres no permite una adecuada comunicación, es necesario buscar la ayuda de un profesional para restaurar el ejercicio conjunto de la parentalidad, y lograr un saludable desarrollo psicológico y afectivo de los hijos.
¿Tienes hijos y estás pensando en separarte? ¿Te acabas de separar y tus hijos parecen haber cambiado de conducta? ¿Tu hijo ha bajado sus notas o la profesora se queja de su mal comportamiento? ¿Conoces a alguien en esa situación? Si es así, es importante recibir ayuda de un profesional. La terapia cognitivo-conductual es eficaz tanto a nivel infantil para ayudar a los niños a adaptarse al divorcio y a su nueva vida, como a los adultos y padres que necesiten recibir las pautas necesarias para gestionar adecuadamente este trance.
Para más información:
CENTRO ITAE 
T 902 100 006 

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