Los remedios no
farmacológicos engloban un conjunto muy amplio que va desde la acupuntura a la
homeopatía pasando por la fitoterapia. La diferencia esencial entre
dichos remedios y los medicamentos oficiales probados por las autoridades
sanitarias reside en que no disponemos de estudios científicos y rigurosos que
demuestren su utilidad para tratar los síntomas que provoca el estrés. Que no
dispongamos de dichos estudios no quiere decir que no sean útiles sino
sencillamente que esa utilidad no se ha medido con los protocolos que la
medicina tradicional considera fiables. Estos protocolos se basan en la
comparación de diferentes remedios siguiendo una metodología muy estricta.
La propia industria farmacéutica
cuando ha de demostrar a las agencias oficiales que dispone de un producto
eficaz para tratar una enfermedad, se enfrenta a verdaderos problemas para
superar a un serio competidor, lo que llamamos el efecto placebo.
Un placebo en farmacología es
cualquier sustancia que carece de un efecto químico directo sobre nuestro
organismo. Por ejemplo, una cápsula vacía o rellena de azúcar serían placebos.
Sin embargo esa cápsula vacía puede resultar muy eficaz especialmente sobre el
estado emocional de un paciente.
Cuando un laboratorio intenta
lanzar al mercado u nuevo medicamento ha de demostrar que supera en eficacia al
placebo. Ese sencillo pulso con frecuencia resulta insalvable o apenas es
superado en un 10 o 15%. La razón es que el placebo no es sinónimo de nada, de
cero, sino que moviliza energías internas capaces de devolvernos la salud y
recuperar el equilibrio perdido. Por poco científico que suene el placebo
recurre a un mecanismo que ha funcionado durante miles de años de la mano de
chamanes y curanderos, la sugestión.
Esa sugestión es especialmente intensa y útil en enfermedades que se expresan
en forma de dolor físico y moral y basa su fuerza en la fe y la convicción de
que ese remedio puede sanarnos. Puede llegar a curar las heridas, soldar los
huesos rotos, expulsar de nuestra sangre venenos y microorganismos peligrosos
y, por supuesto, aliviar el dolor y la angustia.
Todo lo que despierta en
nosotros confianza puede resultarnos útil, tanto si se trata de un preparado
farmacológico como de unas hierbas, de bolitas o de agujas clavadas en nuestro
cuerpo.
Sabemos que el efecto placebo
es más poderoso cuanta mayor sugestionabilidad genera. Si nos referimos a las
sustancias el efecto placebo depende del sabor del color y de la forma de
administrarse de las mismas. Son más eficaces las sustancias amargas que las
dulces, las de colores intensos que las transparentes, las inyectadas que las
administradas por vía oral. El placebo hasta tiene efectos secundarios como
dolor de cabeza o ardor de estómago pero su gran ventaja es que carece de
toxicidad.
Sin embargo el placebo es un
remedio cuya eficacia alcanza para procesos de gravedad leve o moderada y de
poco sirve en caso de enfermedades graves. Por ello en oncología o en medicina
infecciosa pocas veces resulta útil. Cuando empezaron a estudiarse los primeros
medicamentos contra el SIDA se elegían dos grupos al azar, uno formado por
pacientes tratados con esos nuevos medicamentos y otro por pacientes a los que
se les administraba placebo. Al cabo de un año dichos estudios debieron
suspenderse ya que el índice de supervivencia del grupo placebo era tan bajo
que, por razones éticas no podían continuarse.
El verdadero peligro del
placebo, sea del tipo que sea está en que nos puede hacer perder un tiempo
precioso entreteniendo a pacientes graves que podrían haberse beneficiado de un
tratamiento más eficaz, ya sea farmacológico o psicológico.
La fitoterapia
En casos de estrés leve la
fitoterapia ofrece soluciones que pueden aliviar la tensión, el cansancio y el
insomnio sin haber de recurrir a los medicamentos. Las ventajas son obvias,
mínimos efectos secundarios y la posibilidad de personalizar su manejo sin
depender estrictamente de una receta ni de un especialista. Pero eso no quiere
decir que no tengan inconvenientes. El más importante, sobrevalorar su efecto y
confiar en que las plantas resuelvan lo que no pueden resolver: los caso más
graves.
Quizás las más populares sean
las hierbas con un ligero efecto sedante como la tila, la valeriana, la melisa, la albahaca, el
espino albar o la borraja que se toman en infusiones aunque existen preparados
en cápsulas y comprimidos. También se emplean hierbas y raíces con efecto
estimulante que puede combatir el cansancio y la inapetencia asociados a
estados de estrés prolongado como son el ginseng o la hierba de San Juán. De
todas ellas quizás la más estudiada sea esta última conocida también como
hipérico del que se conocen propiedades antidepresivas y antiestrés que se
atribuyen a su capacidad para incrementar la actividad serotoninérgica de forma
similar a como lo hacen la mayoría de antidepresivos aunque con menor potencia.
La única precaución es no exponerse excesivamente al sol pues pueden aparecer
manchas en la piel y consultar con el médico si se toman otros medicamentos,
especialmente quimioterapia, protectores gástricos y psicofármacos ya que
presentan múltiples interacciones medicamentosas.
Flores de Bach
Más próxima a la homeopatía
que a la fitoterapia, esta técnica con más de 70 años de historia basa más su
eficacia en la magia y el encanto del rocío del las flores que en la ciencia
pues carecemos de estudios rigurosos que avalen sus resultados. De lo que no
cabe duda es de que se trata de un remedio artesanal sin contraindicaciones
conocidas que puede combinarse sin peligro con cualquier otra terapia. Una
buena parte de su eficacia reside en la empatía que sus seguidores establecen
entre sí y el factor humano que envuelve a sus correligionarios y del que en
ocasiones carecen algunos profesionales con titulaciones superiores.
Homeopatía
Aunque con un mayor soporte
científico que el anterior este
procedimiento terapéutico peca de las mismas limitaciones que él: la enorme
dificultad de encontrar datos basados en evidencias científicas que demuestren una
eficacia superior al placebo en los trastornos por estrés graves. Otro de los
inconvenientes que rodea a la homeopatía es el marcado intrusismo a que se ve
sometida ya que para aplicar esta técnica no se precisa legalmente una
titulación específica. Eso no quiere decir que no existan excelentes
profesionales que conocen bien su oficio pero incluso aplicada por esos
profesionales los resultados más destacados de la homeopatía no se dan
precisamente en los trastornos por estrés. Una vez más la eficacia de esta
técnica depende más de los consejos sobre cambios en el estilo de vida hacia
hábitos saludables que del efecto de los preparados que se administran. Como
hemos ido repitiendo a lo largo de este capítulo, la única manera de separar el
efecto real del efecto sugestión sería someterse a estudios contra placebo de
los que no existen publicaciones rigurosas.
Acupuntura
La acupuntura basa sus
principios en el concepto tradicional chino de enfermedad: energía que se mueve
entre dos polos, el yin y el yang, pasando a través de los diferentes órganos
de nuestro cuerpo con una distribución equilibrada. Si se rompe este equilibrio
aparecen las enfermedades. El empleo sabio de las agujas siguiendo unas líneas
determinadas permite reequilibrar esa energía y recuperar la salud. El modelo
recuerda mucho al que ya Hipócrates enseñaba en el siglo V antes de Cristo
basado en el equilibrio de los humores y que rigió la medicina occidental hasta
después de la edad media. Hoy día la acupuntura es una especialidad médica que
se enseña en prestigiosas universidades y que tiene una de sus indicaciones más
importantes en los trastornos psicosomáticos y emocionales. No obstante su
eficacia también depende de la gravedad del trastorno para el que se aplica y
en muchos estudios, no en todos, ésta es similar a los procedimientos “placebo”
con los que se compara.
Cuando enumerábamos las
características del placebo comentábamos que su efecto dependía del ritual de
aplicación. Cuanto más elaborado e incisivo es éste mayor es su eficacia. Pues
bien, la acupuntura cuenta con ese valor añadido al tratarse de una técnica
altamente sugestionable.
Quisiera insistir una vez más
sobre el poderoso efecto que desatan sobre nuestro organismo este tipo de
técnicas, capaces de movilizar energías o sustancias internas con un enorme
poder curativo y que la ciencia se afana por descubrir para poderlas emplear
beneficiosamente. A menudo se malinterpreta el concepto “placebo” de forma
peyorativa cuando en realidad estamos hablando de defensas naturales
perfeccionadas por la evolución a lo largo del los siglos. Si las hierbas en
forma de infusiones o de flores de Bach, la homeopatía o la acupuntura son
capaces de movilizar esa energía positiva debemos recurrir a ellas siempre que
se apliquen con rigor y los profesionales que lo hagan sean honestos y sepan
dónde está el límite de sus posibilidades para curar.
Los fanatismos siempre son peligrosos pero especialmente cuando atañen a la medicina, sea esta de la corriente que sea. Por ello el deber de cualquier profesional que dedica su trabajo a devolver la salud a quien la ha perdido es ser honesto consigo mismo y preguntarse cada día si existe un camino más corto y menos penoso para llegar al destino que nos plantea cada paciente, su curación.
Para acabar y como
complemento a cualquier procedimiento terapéutico para casos de estrés leve y
moderado está la información. Explicarle al paciente qué le está pasando,
porqué y cómo detenerlo es el remedio más eficaz y la base de la psicoterapia
ya expuesta en capítulos anteriores. Si esta comunicación es sincera y emotiva,
el paciente lo detecta y lo agradece y las posibilidades de que cualquier
técnica funcione después se ensanchan infinitamente.
Para más información:
CENTRO ITAE
T 902 100 006
E info@centreitae.com
W http://www.centreitae.com
photo credit: A Guy Taking Pictures via photopin cc
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