viernes, 24 de enero de 2014

Los remedios no farmacológicos para la ansiedad: el efecto placebo



 Los remedios no farmacológicos engloban un conjunto muy amplio que va desde la acupuntura a la homeopatía pasando por la fitoterapia. La diferencia esencial entre dichos remedios y los medicamentos oficiales probados por las autoridades sanitarias reside en que no disponemos de estudios científicos y rigurosos que demuestren su utilidad para tratar los síntomas que provoca el estrés. Que no dispongamos de dichos estudios no quiere decir que no sean útiles sino sencillamente que esa utilidad no se ha medido con los protocolos que la medicina tradicional considera fiables. Estos protocolos se basan en la comparación de diferentes remedios siguiendo una metodología muy estricta.
La propia industria farmacéutica cuando ha de demostrar a las agencias oficiales que dispone de un producto eficaz para tratar una enfermedad, se enfrenta a verdaderos problemas para superar a un serio competidor, lo que llamamos el efecto placebo.
Un placebo en farmacología es cualquier sustancia que carece de un efecto químico directo sobre nuestro organismo. Por ejemplo, una cápsula vacía o rellena de azúcar serían placebos. Sin embargo esa cápsula vacía puede resultar muy eficaz especialmente sobre el estado emocional de un paciente.
Cuando un laboratorio intenta lanzar al mercado u nuevo medicamento ha de demostrar que supera en eficacia al placebo. Ese sencillo pulso con frecuencia resulta insalvable o apenas es superado en un 10 o 15%. La razón es que el placebo no es sinónimo de nada, de cero, sino que moviliza energías internas capaces de devolvernos la salud y recuperar el equilibrio perdido. Por poco científico que suene el placebo recurre a un mecanismo que ha funcionado durante miles de años de la mano de chamanes y curanderos, la sugestión. Esa sugestión es especialmente intensa y útil en enfermedades que se expresan en forma de dolor físico y moral y basa su fuerza en la fe y la convicción de que ese remedio puede sanarnos. Puede llegar a curar las heridas, soldar los huesos rotos, expulsar de nuestra sangre venenos y microorganismos peligrosos y, por supuesto, aliviar el dolor y la angustia.
Todo lo que despierta en nosotros confianza puede resultarnos útil, tanto si se trata de un preparado farmacológico como de unas hierbas, de bolitas o de agujas clavadas en nuestro cuerpo.
Sabemos que el efecto placebo es más poderoso cuanta mayor sugestionabilidad genera. Si nos referimos a las sustancias el efecto placebo depende del sabor del color y de la forma de administrarse de las mismas. Son más eficaces las sustancias amargas que las dulces, las de colores intensos que las transparentes, las inyectadas que las administradas por vía oral. El placebo hasta tiene efectos secundarios como dolor de cabeza o ardor de estómago pero su gran ventaja es que carece de toxicidad.
Sin embargo el placebo es un remedio cuya eficacia alcanza para procesos de gravedad leve o moderada y de poco sirve en caso de enfermedades graves. Por ello en oncología o en medicina infecciosa pocas veces resulta útil. Cuando empezaron a estudiarse los primeros medicamentos contra el SIDA se elegían dos grupos al azar, uno formado por pacientes tratados con esos nuevos medicamentos y otro por pacientes a los que se les administraba placebo. Al cabo de un año dichos estudios debieron suspenderse ya que el índice de supervivencia del grupo placebo era tan bajo que, por razones éticas no podían continuarse.
El verdadero peligro del placebo, sea del tipo que sea está en que nos puede hacer perder un tiempo precioso entreteniendo a pacientes graves que podrían haberse beneficiado de un tratamiento más eficaz, ya sea farmacológico o psicológico.

La fitoterapia

En casos de estrés leve la fitoterapia ofrece soluciones que pueden aliviar la tensión, el cansancio y el insomnio sin haber de recurrir a los medicamentos. Las ventajas son obvias, mínimos efectos secundarios y la posibilidad de personalizar su manejo sin depender estrictamente de una receta ni de un especialista. Pero eso no quiere decir que no tengan inconvenientes. El más importante, sobrevalorar su efecto y confiar en que las plantas resuelvan lo que no pueden resolver: los caso más graves.
Quizás las más populares sean las hierbas con un ligero efecto sedante como la tila,  la valeriana, la melisa, la albahaca, el espino albar o la borraja que se toman en infusiones aunque existen preparados en cápsulas y comprimidos. También se emplean hierbas y raíces con efecto estimulante que puede combatir el cansancio y la inapetencia asociados a estados de estrés prolongado como son el ginseng o la hierba de San Juán. De todas ellas quizás la más estudiada sea esta última conocida también como hipérico del que se conocen propiedades antidepresivas y antiestrés que se atribuyen a su capacidad para incrementar la actividad serotoninérgica de forma similar a como lo hacen la mayoría de antidepresivos aunque con menor potencia. La única precaución es no exponerse excesivamente al sol pues pueden aparecer manchas en la piel y consultar con el médico si se toman otros medicamentos, especialmente quimioterapia, protectores gástricos y psicofármacos ya que presentan múltiples interacciones medicamentosas.

Flores de Bach

Más próxima a la homeopatía que a la fitoterapia, esta técnica con más de 70 años de historia basa más su eficacia en la magia y el encanto del rocío del las flores que en la ciencia pues carecemos de estudios rigurosos que avalen sus resultados. De lo que no cabe duda es de que se trata de un remedio artesanal sin contraindicaciones conocidas que puede combinarse sin peligro con cualquier otra terapia. Una buena parte de su eficacia reside en la empatía que sus seguidores establecen entre sí y el factor humano que envuelve a sus correligionarios y del que en ocasiones carecen algunos profesionales con titulaciones superiores.

Homeopatía

Aunque con un mayor soporte científico que el  anterior este procedimiento terapéutico peca de las mismas limitaciones que él: la enorme dificultad de encontrar datos basados en evidencias científicas que demuestren una eficacia superior al placebo en los trastornos por estrés graves. Otro de los inconvenientes que rodea a la homeopatía es el marcado intrusismo a que se ve sometida ya que para aplicar esta técnica no se precisa legalmente una titulación específica. Eso no quiere decir que no existan excelentes profesionales que conocen bien su oficio pero incluso aplicada por esos profesionales los resultados más destacados de la homeopatía no se dan precisamente en los trastornos por estrés. Una vez más la eficacia de esta técnica depende más de los consejos sobre cambios en el estilo de vida hacia hábitos saludables que del efecto de los preparados que se administran. Como hemos ido repitiendo a lo largo de este capítulo, la única manera de separar el efecto real del efecto sugestión sería someterse a estudios contra placebo de los que no existen publicaciones rigurosas.


Acupuntura

La acupuntura basa sus principios en el concepto tradicional chino de enfermedad: energía que se mueve entre dos polos, el yin y el yang, pasando a través de los diferentes órganos de nuestro cuerpo con una distribución equilibrada. Si se rompe este equilibrio aparecen las enfermedades. El empleo sabio de las agujas siguiendo unas líneas determinadas permite reequilibrar esa energía y recuperar la salud. El modelo recuerda mucho al que ya Hipócrates enseñaba en el siglo V antes de Cristo basado en el equilibrio de los humores y que rigió la medicina occidental hasta después de la edad media. Hoy día la acupuntura es una especialidad médica que se enseña en prestigiosas universidades y que tiene una de sus indicaciones más importantes en los trastornos psicosomáticos y emocionales. No obstante su eficacia también depende de la gravedad del trastorno para el que se aplica y en muchos estudios, no en todos, ésta es similar a los procedimientos “placebo” con los que se compara.
Cuando enumerábamos las características del placebo comentábamos que su efecto dependía del ritual de aplicación. Cuanto más elaborado e incisivo es éste mayor es su eficacia. Pues bien, la acupuntura cuenta con ese valor añadido al tratarse de una técnica altamente sugestionable.
Quisiera insistir una vez más sobre el poderoso efecto que desatan sobre nuestro organismo este tipo de técnicas, capaces de movilizar energías o sustancias internas con un enorme poder curativo y que la ciencia se afana por descubrir para poderlas emplear beneficiosamente. A menudo se malinterpreta el concepto “placebo” de forma peyorativa cuando en realidad estamos hablando de defensas naturales perfeccionadas por la evolución a lo largo del los siglos. Si las hierbas en forma de infusiones o de flores de Bach, la homeopatía o la acupuntura son capaces de movilizar esa energía positiva debemos recurrir a ellas siempre que se apliquen con rigor y los profesionales que lo hagan sean honestos y sepan dónde está el límite de sus posibilidades para curar.

Los fanatismos siempre son peligrosos pero especialmente cuando atañen a la medicina, sea esta de la corriente que sea. Por ello el deber de cualquier profesional que dedica su trabajo a devolver la salud a quien la ha perdido es ser honesto consigo mismo y preguntarse cada día si existe un camino más corto y menos penoso para llegar al destino que nos plantea cada paciente, su curación.

Para acabar y como complemento a cualquier procedimiento terapéutico para casos de estrés leve y moderado está la información. Explicarle al paciente qué le está pasando, porqué y cómo detenerlo es el remedio más eficaz y la base de la psicoterapia ya expuesta en capítulos anteriores. Si esta comunicación es sincera y emotiva, el paciente lo detecta y lo agradece y las posibilidades de que cualquier técnica funcione después se ensanchan infinitamente.



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photo credit: A Guy Taking Pictures via photopin cc




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