jueves, 19 de junio de 2014

DEFENSAS EMOCIONALES



La mente humana es tremendamente habilidosa y nunca deja de sorprendernos en torno a las artimañas que utiliza para distanciarse del dolor emocional. Cuando algo nos duele en el sentido más emocional de la palabra, nuestra mente acude a mecanismos para alejarnos del dolor y poder seguir funcionando, es decir, para defendernos. Estos mecanismos son los conocidos como mecanismos de defensa.

Cuando algo te afecta negativamente, la sensación que te embarga es desagradable.
Todos tenemos varias tácticas para manejar nuestras emociones negativas de manera que nos duelan lo menos posible. A continuación listamos algunos de los mecanismos de defensa más habituales. Cuando una emoción nos resulta desagradable, podemos:

·         Negarla. Esto ocurre cuando algo nos ha afectado y, para no tener que sufrirlo, nos decimos a nosotros mismos: «no pasa nada”. Por ejemplo, una mujer se siente abrumada cuando llega a casa después de diez horas de trabajo y, como cada día, se encuentra a su marido tumbado en el sofá y a los niños sin cenar. Entonces opta por ponerse el delantal para preparar la cena. El «no pasa nada» es una forma aparente de asumir que la situación es la que es. En realidad, esta mujer se siente dolida por el hecho de que su marido ignore sus necesidades, no se dé cuenta de que está cansada y no haya tenido el detalle de prepararles la cena a los niños, pero tales pensamientos le duelen tanto que, de forma inconsciente, opta por no verlos.

·         Racionalizarla. En lugar de procesar el dolor que despierta una emoción, intentamos justificarla con un argumento lógico para que nos duela menos. En el caso de esta mujer, ante la misma situación que hemos descrito anteriormente, llegaría a casa e inicialmente se sentiría frustrada al ver a su marido tumbado en el sofá, pero rápidamente se diría: «bueno, aunque ha llegado hace dos horas, también está cansado por la enorme responsabilidad que soporta en el trabajo y necesita descansar más que yo». Racionalizar vendría a ser una manera de hacer las paces mentalmente ante un conflicto interno que nos genera malestar.

·         Minimizarla. Minimizar significa empequeñecer. Si lo trasladamos a una emoción dolorosa, implica hacerla más pequeña de lo que es en realidad para no tener que sufrir tanto. Así, la mujer de nuestro ejemplo llegaría a casa y se diría: «Bueno, estoy cansada, pero no es para tanto».

·         Sustituirla por otra emoción. Nuestra mujer llegaría a casa y se pondría a gritarle a su marido poseída por una rabia incontenible. Si en ese momento pudiéramos apaciguar su ira y reflexionar sobre lo que de verdad siente, seguramente expresaría una profunda desazón al ver que su marido se ha distanciado de ella y de los niños, y una terrible impotencia para acortar esa distancia. Emergería un profundo sentimiento de soledad por tener que hacerse cargo de toda la casa sola, sin ninguna recompensa. En este caso, lo que estaría haciendo esta mujer de manera inconsciente sería sustituir la tristeza y el sentimiento de desamparo por la ira, más tolerable y menos dolorosa.

¿Qué pasa cuando utilizas alguno de estos recursos para alejar el dolor de las emociones? A corto plazo aparentemente no pasará nada porque dejarás de sentir y te olvidarás del dolor. Pero no ver las cosas no significa que no estén. Las emociones mal resueltas seguirán ahí. El resultado de cualquiera de los mecanismos antes mencionados (negación, racionalización, minimización y sustitución) es ir acumulando emociones negativas en algún rincón de tu interior. Las emociones negativas acaban infectando nuestra vida interior, lo que se manifiesta a través de algún arranque de ira, tristeza o incluso un ataque de pánico. En esas circunstancias, lo que suele ocurrir es que un día, sin motivo aparente, explotas. No sabes por qué estás tan irritable, por qué solo tienes ganas de llorar o por qué la ansiedad casi te paraliza. No sabes por qué ya que no existe una única razón, sino un cúmulo de engaños que has ido tapando día a día. Un no hay para tanto o un no pasa nada tras otro que en su momento te han servido para tranquilizarte, pero que ahora regresan cargados de veneno. Por supuesto que no hay que hacer un drama de cada emoción negativa. Atender una emoción implica identificarla y darle la salida necesaria. La mejor manera de protegerte es atender a tus emociones.

La mayoría de mecanismos de defensa tienden a ser inconscientes, es decir que no nos damos cuenta de que los estamos utilizando. La terapia puede ayudarte a conocer qué mecanismos de defensa utilizas y si en realidad te están beneficiando o perjudicando.

Cuentanos....
¿Te has sentido alguna vez muy triste, ansioso o enfadado sin saber en absoluto porque?
¿Eres muy reservado con tus emociones? O por el contrario, ¿las exteriorizas cuando las sientes?


Para más información:
CENTRO ITAE
T 902 100 006
info@centreitae.com
http://www.centreitae.com


 photo credit: sofia cordova vega via photopin cc

No hay comentarios:

Publicar un comentario