La mente humana es tremendamente habilidosa y nunca deja de sorprendernos
en torno a las artimañas que utiliza para distanciarse del dolor emocional.
Cuando algo nos duele en el sentido más emocional de la palabra, nuestra mente
acude a mecanismos para alejarnos del dolor y poder seguir funcionando, es
decir, para defendernos. Estos mecanismos son los conocidos como mecanismos de defensa.
Cuando algo te
afecta negativamente, la sensación que te embarga es desagradable.
Todos tenemos
varias tácticas para manejar nuestras emociones negativas de manera que nos
duelan lo menos posible. A continuación listamos algunos de los
mecanismos de defensa más habituales. Cuando una emoción nos resulta
desagradable, podemos:
·
Negarla. Esto
ocurre cuando algo nos ha afectado y, para no tener que sufrirlo, nos decimos a
nosotros mismos: «no pasa nada”. Por ejemplo, una mujer se siente abrumada
cuando llega a casa
después de diez horas de trabajo y, como cada día, se encuentra a su marido
tumbado en el sofá y a los niños sin cenar. Entonces opta por ponerse el
delantal para preparar la cena. El «no pasa nada» es una forma aparente de asumir
que la situación es la que es. En realidad, esta mujer se siente dolida por el
hecho de que su marido ignore sus necesidades, no se dé cuenta de que está
cansada y no haya tenido el detalle de prepararles la cena a los niños, pero
tales pensamientos le duelen tanto que, de forma inconsciente, opta por no
verlos.
·
Racionalizarla. En lugar
de procesar el dolor que despierta una emoción, intentamos justificarla con un
argumento lógico para que nos duela menos.
En el caso de esta mujer, ante la misma situación que hemos descrito
anteriormente, llegaría a casa
e inicialmente se sentiría frustrada al ver a su marido tumbado en el sofá,
pero rápidamente se diría: «bueno, aunque ha llegado hace dos horas, también
está cansado por la enorme responsabilidad que soporta en el trabajo y necesita
descansar más que yo». Racionalizar vendría a ser una manera de hacer las paces
mentalmente ante un conflicto interno que nos genera malestar.
·
Minimizarla. Minimizar
significa empequeñecer. Si lo trasladamos a una emoción dolorosa, implica
hacerla más pequeña de lo que es en realidad para no tener que sufrir tanto.
Así, la mujer de nuestro ejemplo llegaría a casa y se diría: «Bueno, estoy cansada, pero no es
para tanto».
·
Sustituirla
por otra emoción. Nuestra mujer llegaría a casa y se pondría a gritarle a
su marido poseída por una rabia incontenible. Si en ese momento pudiéramos
apaciguar su ira y reflexionar sobre lo que de verdad siente, seguramente
expresaría una profunda desazón al ver que su marido se ha distanciado de ella
y de los niños, y una terrible impotencia para acortar esa distancia. Emergería
un profundo sentimiento de soledad por tener que hacerse cargo de toda la casa
sola, sin ninguna recompensa. En este caso, lo que estaría haciendo esta mujer
de manera inconsciente sería sustituir la tristeza y el sentimiento de
desamparo por la ira, más tolerable y menos dolorosa.
¿Qué
pasa cuando utilizas alguno de estos recursos para alejar el dolor de las
emociones? A corto plazo aparentemente no pasará nada porque dejarás de sentir
y te olvidarás del dolor. Pero no ver las cosas no significa que no estén. Las
emociones mal resueltas seguirán ahí. El resultado de cualquiera de los
mecanismos antes mencionados (negación, racionalización, minimización y
sustitución) es ir acumulando emociones negativas en algún rincón de tu
interior. Las emociones negativas acaban infectando nuestra vida interior, lo
que se manifiesta a través de algún arranque de ira, tristeza o incluso un
ataque de pánico. En esas circunstancias, lo que suele ocurrir es que un día,
sin motivo aparente, explotas. No sabes por qué estás tan irritable, por qué
solo tienes ganas de llorar o por qué la ansiedad casi te paraliza. No sabes
por qué ya que no existe una única razón, sino un cúmulo de engaños que has ido
tapando día a día. Un no hay para tanto o
un no pasa nada tras otro que en su
momento te han servido para tranquilizarte, pero que ahora regresan cargados de
veneno. Por supuesto que no hay que hacer un drama de cada emoción negativa.
Atender una emoción implica identificarla
y darle la salida necesaria. La mejor
manera de protegerte es atender a tus emociones.
La mayoría de mecanismos de defensa tienden a ser inconscientes, es decir
que no nos damos cuenta de que los estamos utilizando. La terapia puede
ayudarte a conocer qué mecanismos de defensa utilizas y si en realidad te están
beneficiando o perjudicando.
Cuentanos....
¿Te has sentido
alguna vez muy triste, ansioso o enfadado sin saber en absoluto porque?
¿Eres muy reservado
con tus emociones? O por el contrario, ¿las exteriorizas cuando las sientes?
Para más información:
CENTRO ITAE
T 902 100 006
E info@centreitae.com
W http://www.centreitae.com
photo credit: sofia cordova vega via photopin cc
No hay comentarios:
Publicar un comentario